• El recuentro con lo importante en la Nochebuena, la gente de buena voluntad.
Por Karen Rivera/ Zunoticia
Huautla, Hgo.- Lo inesperado llegó, el mes de diciembre con sus días rápidos y llenos de nostalgia, para algunos la fecha representa la unión familiar, para otros, recordar que el alma aún tiene cosas por sanar, sentimientos encontrados fueron parte de esta vivencia, extrañar desde la distancia a los tuyos y no poder estar con ellos, aún que, muchos concuerdan que hoy en día, la desintegración de familias es más común, y que, aquellos que mantienen en pie ese pilar, valen oro.
Esas reflexiones forman parte de este andar, coincidir incluso con extraños y dialogar de las pérdidas a lo largo de los meses, resumiendo que, cada año, en cada familia hay una silla vacía, un silencio muy marcado, un vínculo necesario para mantener el núcleo unido.
Pero, esta Navidad fue diferente, una tragedia nos llevó a documentar el sentir del pueblo huautlense; la Nochebuena fue el escenario, la comunidad de Banderas la protagonista de un hecho lamentable.

NOCHE TRISTE
Tras culminar el sepelio de Gerardo Bautista “El Negro”, artesano de pirotecnia víctima de la explosión en Banderas, la familia Cruz Vite, amigos del fallecido, se dispusieron a emprender el retorno a la cabecera municipal, su principal preocupación era localizar a los lancheros para cruzar las turbulentas aguas del río Calabozo.
El sol comenzó a marcar sus colores ambarinos, anunciando la oscuridad de la noche, con la poca luz, a penas y dejaba ver el sendero; apresuramos el paso, esquivando los charcos de lodo y escombros que dejó Priscila.
En el trayecto una charla resaltó sobre los recientes acontecimientos en el municipio, las riendas que el mismo llevaría hacia las próximas elecciones, los posibles suspirantes, la generación y expectativa del nuevo instituto político, el panorama general que se vive en Huautla y el retroceso marcado en cada comunidad por la falta de obras, sumando la contingencia de Priscila y la deuda con los trabajadores reinstalados en el ayuntamiento. Temas no muy alentadores en la víspera de navidad y el cierre de año, sin embargo, eso evadió un poco la tristeza.
Tras arribar a la orilla del río Calabozo, familias esperaban a los lancheros, la tarde-noche estaba ya marcada y apenas las luces de los teléfonos alumbraban un poco en medio de la oscuridad.
Al fondo se escuchaba el sonar del caudal, los grillos entonaron sus melodías, la luna creciente escondida detrás de las nubes y en el centro el gran espejo de agua que brindaba el reflejo de una aurora boreal, de aquellas luces que solo en países nórdicos son visibles, al menos así me parecieron los reflejos. Ahí bajo el asecho de la noche esperábamos que alguien llegara a “salvarnos”. Aún, en medio de la nada, se disfrutaba del espectáculo y las maravillas de la naturaleza, viendo el lado positivo de las fechas, lejos de la acostumbrada cena navideña.
A lo lejos, en la construcción del vado, se visualizó una luz, esperanza que de momento albergó a los presentes para cruzar hasta Tamoyón I, sin embargo, a pesar de los chiflidos y las señales de auxilio, el ciudadano se dispuso a continuar su rumbo e ignorar lo que acontecía a su alrededor.
Ya desesperados comenzaron las llamadas para localizar a los contactos y llamar a los lancheros, de 18:20 a las 19:00 horas los minutos se hicieron eternos, estaban casi resignados a quedarse y esperar el amanecer para poder cruzar el río.

UN SANTA CLAUS EN CANOA
Sin embargo, en medio de la nada una lampara vislumbró entre el sendero, era don “Beto” de Terrero, conocido lanchero por su labor social en esta contingencia, apodado “Viejo lobo de mar”, por remansar las entrañables aguas del Calabozo.
Sin mayores preámbulos y conocedor de sus tierras, se quitó su vestimenta y en “calzón”, se lanzó al otro lado de la ribera del río a traer la panga. Una vez que cruzó, nuevamente retornó para asistir a las personas que guardaban casi dos horas.
Don Beto solicitó que uno a uno subiera a la pequeña embarcación, dos damas, una adolescente, dos caballeros y maletas fueron las que se subieron en ese primer intento, con temor de caer por la borda, ya que para mantener equilibrado el bote se requieren solo tres personas, pero, un viejo lobo de mar conoce sus tierras, alentando a los pasajeros que viajarían seguros y llegarían sanos y salvos a puerto.
Seguimos las instrucciones de Don Beto, esta reportera alumbraba la proa de la embarcación, mientras que se solicitaba a los varones colaborar a remar, entre Alexis Cruz Vite y su padre se disputaba la decisión de quién haría esa labor, sin embargo, Alex tomó la iniciativa.
En marcha topamos con las barañas de los árboles caídos corriente abajo, un poco temerosos de caer por la borda, don Beto con “unos alipuses” encima, envalentonado nos aseguraba “No pasa nada” y que llegaríamos con bien.
La travesía era eterna, el sentido era miedo, pero al mismo tiempo mantenía la alerta, en caso de caer, comenzar a nadar, por la mente pasaba la escena icónica “Hay alguien con vida” en la película de “Titanic”, mientras que otra semejanza fue con la canción “Rema, rema sin parar” en la película “Pico de Dante”, cuando Ruth cruzaba junto con su familia un lago ácido, en esas similitudes divagaba mi mente, cuando, los demás tripulantes mantenían un diálogo.
Poco a poco avanzamos, el miedo comenzaba a causar sus efectos, un poco de desesperación y un camino eterno, abriendo paso entre la penumbra con una lampara de mano.
Un suspiro de alivio fue cuando, don Beto avisó que estábamos cerca de la orilla, se alistó para desembarcar y giró las indicaciones precisas para atorar entre las piedras el bote y equilibrar para que los pasajeros descendieran.

LA ESENCIA DE LA NAVIDAD, LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD
Pero, la travesía no quedó ahí, aún quedaba una familia del otro lado del río, entre esos tripulantes una menor de edad. Con la ayuda de las luces de una camioneta lograron alumbrar para retornar por el siguiente viaje, en vísperas de estas fechas y por la labor realizada, se dispusieron a darle una ayuda voluntaria, sin embargo, la humildad y sencillez que caracterizan a Don Beto era muy evidentes, aseguró que él estaba a la disposición de ayudar a quien lo necesitaba, en este caso, a los hermanos del pueblo afectados por la contingencia y no era necesario esa contribución, no obstante, esto fue un acto de bondad por la navidad y el buen corazón de Alberto.

Sin embargo, la travesía no concluyó ahí, esa noche… la nobleza y solidaridad de los huautlenses es muy característica, su hospitalidad es la principal distinción, brindan posada al peregrino, ofreciendo un plato de comida, una charla amena y un buen café, ahí se refleja la calidez, la humanidad y el buen corazón, un lugar acogedor que, en momentos de apuros, nunca desamparan al necesitado, así es Huautla, un rinconcito de cielo de la huasteca hidalguense y donde una Navidad se hizo diferente, lejos de los seres queridos, pero cerca de la gente de gran corazón, mi Navidad del 2025 será inolvidable.
