Por Esmeralda Vargas / Zunoticia
San Agustín Metzquititlán, Hgo.- San Agustín Metzquititlán, un pintoresco municipio ubicado en el corazón de la Sierra Hidalguense, guarda en su seno una de las tradiciones religiosas más entrañables de la región: la veneración al Señor de la Salud, su historia, marcada por la devoción popular y los milagros que se le atribuyen, tiene sus raíces a finales del siglo XVI, cuando la imagen del Cristo bajo esta advocación llegó al pueblo de una manera muy particular.
Según cuenta la tradición oral, dos terratenientes de la Huasteca, los señores López y Sánchez, transportaban la imagen del Señor de la Salud. Sin embargo, al pasar por las tierras de lo que hoy es San Agustín Metzquititlán, la imagen comenzó a hacerse cada vez más pesada, hasta que los transportistas no pudieron moverla más. Este fenómeno fue interpretado como una señal divina: el Cristo deseaba quedarse para siempre en este lugar. Fue así como comenzó la construcción de una modesta ermita de madera, que contaba con una sola nave de mampostería, siete campanarios de distintos tamaños y un retablo de madera, donde fue colocada la venerada imagen.
El Señor de la Salud es una escultura creada por el renombrado escultor español Alonso Cano, conocido como “el Miguel Ángel español”, y es considerado el tesoro más preciado por los habitantes de Metzquititlán. Desde su llegada al pueblo, la imagen ha sido objeto de gran devoción y ha sido venerada durante siglos por los fieles que han experimentado milagros y favores por intercesión de esta imagen sagrada.
La festividad dedicada al Señor de la Salud se celebra cada año el segundo viernes de Cuaresma, una fecha que atrae a miles de peregrinos provenientes de diversas partes de México, durante esta festividad, los devotos no solo celebran su fe, sino que la fiesta se convierte en un evento de gran relevancia económica, política y social para la región. Con un carácter pagano-religioso, la celebración está marcada por la mezcla de rituales tradicionales, expresiones culturales y una profunda manifestación de la fe.
Los habitantes de la región y los visitantes viven una experiencia única en la que se entrelazan diversas dimensiones de la vida, la comunidad de Metzquititlán ha preservado una de las celebraciones religiosas más importantes de la Sierra, que no solo es un acto de fe, sino también una expresión cultural que fortalece los lazos entre generaciones y sigue siendo parte de unidad para todos los que la celebran.