Pierde el SNTE por el malestar social, pierden los maestros por como representan su imagen, pierden los niños que por la pandemia han tenido que hacer esfuerzos extraordinarios para aprender a distancia, y más aún que por causas que son entendibles porque la federación les ha negado a jubilados los bonos producto de negociaciones de anteriores dirigentes sindicales, y que a pesar de que se hacen esfuerzos por reanudar clases presenciales, lo toman como bandera para presionar al gobierno del estado y no a la federación a donde corresponde el llamado, para no ir a clases aún; pierde el magisterio porque desde hace ocho años ningún bono ha tenido incremento y porque también se perdió el estímulo por jubilación. El único que no ha perdido es el hombre de poder detrás del dirigente Francisco Sinuhé Ramírez Oviedo, que no se aprecia aquejado por que le falte algún bono o estímulo económico.
Los maestros viven un debate interno, en las luchas magisteriales históricas de la sección XV del SNTE han tenido grandes logros, beneficios que redundan en conquistas laborales, con líderes conciliadores y estrategas del momento, ha predominado la inercia de avanzar sin recular o retroceder, por que la planeación estratégica de la organización gremial siempre ha sido asertiva, calculada e incluso previene inconvenientes y evita la confrontación, obteniendo negociaciones o conciliaciones adelantadas.
Se aprecia en este momento la crisis de dirigir un sindicato que llegó al límite de las emociones electorales, el impulso de verse en el poder político en el 2022 empujó la visión de sus líderes por el abordaje, sin observar el camino, el desfiladero o los daños colaterales. Cuando la enseñanza aprendizaje de la niñez es lo que se puso en juego, el atrevimiento de poner en juego la esencia para que exista el magisterio, es jugar con fuego, es meterse con la sociedad.
Regresar de una guerra anunciada como trazada de último momento, cuyos resultados no son los esperados, deja entrever la pólvora mojada del que dirige al gremio, pero más allá de los errores y daños del magisterio, hoy regresan a hacerse cargo de la obligación abandonada.
Ahora nos toca a los ciudadanos ponernos de acuerdo, nuestros hijos nos necesitan, más cuando exista el riesgo que cuando quieran protestar se volverán a ir, cuando la sociedad comience a desconfiar de las labores centrales de ordenamientos constitucionales, como los responsables de la educación, la salud, la seguridad, será otro escenario.
Por eso los ciudadanos, los padres de familia debemos estar informados y listos para participar en caso de que venga la debacle, la primera señal ya está, los ciudadanos no podemos quedar de brazos cruzados y no solo es su lucha, esto no es individual, es la lucha por el derecho de los niños, antes que los esquemas de interés político.
Lo más delicado de este paro loco de clases, es regresar a decir que mantendrán su lucha desde las aulas, ¿qué acaso no es lo mismo que debieron haber hecho desde el día 3 que los niños regresaban a clases, sin seguir desfasando el aprendizaje de la niñez, que con la pandemia ya lleva un retraso significativo.
Qué sencillo es para algunos maestros descalificar a los medios de comunicación, que los conciben solo en la ruta de lo político partidista; que sencillo es poner en redes palabras que ni siquiera entienden, pero que lejos están de entender la esencia de quienes están detrás de la responsabilidad de contribuir en la sociedad, y la educación, es un derecho constitucional, que lo saben.
Esperemos que la sociedad no ponga denuncias contra sus maestros o contra el sindicato, por que les asiste ese derecho de reclamarlo ante las instancias judiciales estatales y federales.
¿Los maestros pueden ser demandados por la sociedad, por violar los derechos constitucionales de los niños y las niñas?. Buena pregunta, es hora de que la sociedad comience a tomar acciones.