2025-10-27 08:05:30

¿DOCUMENTÓ LA IGLESIA LA FECHA EXACTA DEL NACIMIENTO DE JESÚS?

Huejutla, Hgo.- El signo celestial que según la Biblia indicó a los Magos del Oriente el lugar del nacimiento del Mesías, llamado estrella de Belén, sigue siendo hasta la fecha un gran enigma. La ciencia nos remite a un acontecimiento extraordinario para justificar su aparición que bien pudo ser el primer avistamiento del “Cometa Halley”. ¿Quién no ha escuchado todos los años, cada 24 y 25 de diciembre los reproches de  quienes acusan al mundo moderno de haber adulterado el sentido de la Navidad. Y en efecto, evento religioso que en la actualidad se reduce a un simple apogeo de consumismo. Sin embargo, el sentido original de la celebración de Navidad empezó a perderse hace siglos porque no era la conmemoración del nacimiento de Jesús, sino la promesa del retorno del sol que en Europa celebraban muchos siglos antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión oficial de varios países del orbe. Las fechas no encajan. Muchos se han preguntado alguna vez que cómo es posible que el año, en la era cristiana, comienza el primero de enero, aunque el nacimiento del niño Jesús que es el punto de partida teórico en el cómputo del tiempo en la actual era, se haya fijado el 25 de diciembre. Respecto al nacimiento de Jesús los eruditos se han planteado la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que el Niño Jesús haya sido adorado por pastores que cuidaban sus rebaños de  ovejas durmiendo a la intemperie, en pleno mes de diciembre cuando el clima es casi mortal. ¿Eran pastores suicidas? Estas incoherencias del relato navideño cristiano suscitan perplejidades y dudas. El hombre moderno suele despachar la contradicción encogiéndose indolentemente de hombros, rechazando la integridad del hecho navideño. Pero estos expedientes se complican cuando constatamos que el día 25 de diciembre se celebraba una gran festividad en el mundo romano, y que la noche del 24 al 25 de diciembre marca asimismo el solsticio de invierno, que es la noche más larga del año. La documentación histórica hará el resto, descubrimos así que tras la Navidad se oculta una de las constantes más profundas del alma de las costumbres de Europa. Al lector le sorprenderá saber que la iglesia nunca creyó que Jesús naciera realmente el 25 de diciembre. De hecho, la fecha exacta de su nacimiento aún se desconoce porque en el Medio Oriente antiguo no se celebraban los cumpleaños y generalmente los padres no recuerdan el día que nacieron sus hijos. Se trata de costumbres que han perdurado hasta fechas recientes. En los censos realizados en el Medio Oriente posterior a la descolonización, la mayor parte de la población ignora su propia edad. Tampoco las Sagradas Escrituras ayudan a despejar la incógnita. El Evangelio canónico de más antigüedad, que es el de Marcos, pasa por completo en alto la infancia de Jesús. Mateo sitúa el nacimiento en Belén, según la profecía de Miqueas, sin especificar nada más. El prólogo o añadido al Evangelio de San Lucas, en donde se manifiesta que “había en la región unos pastores que pernoctaban a suelo raso y por la noche se turnaban velando sus rebaños” (2,8) sugiere una fecha primaveral. La contradicción posterior de la gruta de los pastores no se encuentra en los evangelios, al parecer se refiere a un santuario del dios Adonis, tardíamente anexado por la iglesia para su culto. Nunca, pues, pudo la iglesia primitiva fijar la fecha exacta del alumbramiento de Jesús. Existen constancias documentales de que en el siglo segundo hubo extensos debates sobre el tema, y de que se saldaron con las afirmaciones más contradictorias. Clemente  de Alejandría propuso la fecha del 18 de noviembre. Otros señalan el 2 de abril, el 20 del mismo mes, así como el 20 o el 21 de mayo… Está última era la propuesta de los cronólogos egipcios. Pero un “De Pascha Computus” fechado en el año 243, afirma que la Natividad se produjo el día 28 de marzo. Los marcionitas, por su parte, negaron que Jesús hubiera nacido esa fecha, afirmando que había descendido directamente del cielo y apareció en Cafarnaúm ya adulto durante el año 15 del reinado de Tiberio. Tanto en el Medio Oriente como en el resto del mundo cristiano, había motivos religiosos y filosóficos que respaldaban la opción de quienes preferían dejar la polémica del nacimiento de Jesús sin respuesta, por tal razón, “Orígenes”, hacía el año 245, consideró “inconveniente” el que se celebrará el nacimiento de Jesús, como si se tratara de un rey o un faraón. Sin embargo, en esa misma época estaban apareciendo gran cantidad de protoevangelios y evangelios de la infancia de Jesús cada cual más fantásticos, que disparaban la imaginación de los fieles. Averiguar la fecha exacta de la Natividad se había convertido en un problema de primer orden, seguramente porque en aquel tiempo la doctrina cristiana empezaba a configurarse como un corpus relativamente consolidado, obligando a no dejar ni una sola pregunta sin respuesta. La versión del acontecimiento recogida en los Evangelios genera muchas dudas, tanto entre los historiadores que desconfían de que el denotado suceso ocurriera en las fechas expuestas en la Biblia. Los astrónomos han intentado explicar durante siglos la aparición del cuerpo celeste llamado Estrella de Belén basados en  unos mínimos criterios científicos. Por otra parte, otros han discutido acerca de cómo Melchor, Gaspar y Baltazar relacionaron aquella señal con Jesús. Lo anterior es más fácil de explicar, se limitaron a tomar como referencia un pronóstico que siglos atrás había pronunciado el profeta Miqueas, según el cual toda la humanidad conocería el advenimiento del hombre destinado a liberar al pueblo de Israel del dominio al que estaban sometidos por las etnias extranjeras presentes en Palestina. Miqueas profetizó que al nacer el que sería el Redentor, su cuna estaría iluminada por una señal divina que extendería su luz por todo el firmamento. De este modo quienes realmente eran astrónomos y no magos, al ver la estrella sobre el cielo de oriente la relacionaron con aquel vaticinio. Por Salvador Altamirano

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