2025-10-26 17:44:35

Memorias de José Baron Larios

Hace ya ocho años el padre José Barón Larios partió al Arcano, su ausencia material aún genera nostalgia entre quienes lo conocimos, sin embargo, nos dejó su legado con su ejemplo y sabiduría de vida, plasmada en sus epístolas siempre con una sed insaciable de justicia, muchas de ellas, más de 600 publicadas en medios locales y el libro cuentos y tradiciones de la Huasteca.

Barón Larios nació el 5 de julio 1932. Fue sociólogo y compartía sus conocimientos a quien lo solicitaba. Tenía también una maestría en desarrollo rural por la Universidad Iberoamericana. Fue mención honorifica.

“Soy indio náhuatl del sur de Jalisco”, así refería cuando contaba acerca de su vida y su experiencia sacerdotal, iniciada el 8 de diciembre de 1966. A partir de 1970, desempeñó el ministerio sacerdotal en la Huasteca hidalguense.

Simpatizante de la teología de liberación (la iglesia al servicio de los pobres) lo hacía tener entre el gobierno y la misma iglesia respeto, a otros generaba hasta escozor porque no perdió la oportunidad de levantar la voz ante injusticias y atropellos, sobre todo cuando se trataba de los más desposeídos.

Considerado como antigobiernista, era parte del equipo pastoral de Atlapexco, que desafió a los caciques en la década de los 70s, terminó su misión terrenal el 28 de abril del 2013.

El ver el maltrato a los campesinos a los que consideraba que vivían en cuasi-esclavitud o lo más similar a las tiendas de raya, fue la voz que incomodaba a los caciques de la región que “arreglaban” a sangre y fuego, lo que no convenía con sus intereses, sobre todo agrarios. “Si iba armado, fueron días aciagos porque teníamos miedo a que nos emboscaran los guardias blancas de los caciques, que tenían coraje porque enseñamos a leer y escribir, y a conocer sus derechos, muchas veces forzaban a los campesinos a firmar supuestas ventas de terrenos, así fue como se llevó a cabo el despojo de los pueblos originarios”.

La indignación y la impunidad, como férreo defensor de los derechos humanos, lo llevaron a denunciar ante el tribunal internacional en Holanda más de 300 crímenes cometidos contra campesinos, que tuvo como principal móvil la tierra, a nivel internacional se aceptaban 3 propuestas, no fue la afortunada, a pesar de que se exponía lo que consideran crímenes de lesa humanidad.

Descartaba que en la Huasteca se gestara un movimiento similar al de Chiapas, porque con llenar un poco la panza la gente se calmaba, pensaba que los programas sociales son para sobar el lomo al perrito y no muerda, pero pensaba que sí podrían generarse ante la desatención gubernamental podría ser una opción.

Los rumores sobre grupos armados en la Huasteca resultaron ciertos, en una ocasión fue abordado por un grupo de personas, tuvieron que encapucharlo por su propia seguridad relató, lo llevaron para celebrar una misa, había gente con armas largas, eso no fue publicado porque consideraban como pretexto para más incursión militar que cometían excesos en una supuesta búsqueda del guerrillero Lucio Cabañas o grupos paramilitares.

Durante la gira del subcomandate Marcos en la Huasteca potosina, pudo platicar con él, al terminar la charla le expresó que tenían la misma idea, pero con métodos muy distintos. Marcos esbozó una sonrisa y se despidió.
Pero no sólo estaba para los que materialmente tienen poco, adinerados, intelectuales y de cualquier estrato del tejido social podía encontrar una palabra de aliento, algo que levantara el ánimo, porque ese era una de sus cualidades, además de su gran fe y aceptación de la diversidad.

Como periodista lo entrevisté en diversas ocasiones pero las respuestas a dos preguntas quedaron grabadas en mis recuerdos ¿alguna vez dudó de Dios?, ¿qué opina sobre los curas pederastas? La forma de opinar ante estos dos temas controversiales fue con total tranquilidad. “Si he dudado de Dios, pero mi fe es más grande que mis dudas, a veces el no entender nos hace dudar, pero no debe haberlas cuando se conoce la misericordia de Dios”. La segunda respuesta también fue contundente: No puedo decir nada de mis hermanos porque quizá más adelante pueda cometer un error peor, pero tampoco puedo justificar lo que no se puede hacerlo.

En diversas ocasiones lo expresó y declaró su desacuerdo con la explotación de la miseria humana, cuando algún político presumía la entrega de una escoba de mala calidad o un kilo de frijoles.

Los martes, era nuestra costumbre el café por la mañana y compartíamos alimentos con el cronista Francisco Mojica, era interesante ver el debate de las ideas de estos dos grandes seres, pero que nada sobreponía la amistad, estos momentos se vieron interrumpidos por la ausencia terrenal de Barón Larios a quien como él lo pedía “rece por mí porque pronto Dios me bajará el swicht” elevo una plegaria por su eterno descanso y un fraternal abrazo hasta donde quiera que esté. Ahora me toca parafrasearlo “me siento muy orgulloso de ser tu amigo”. Se recuerda con mucho cariño al excepcional hombre de fe y justicia.

Para finalizar reproduzco, con la autorización previa desde hace años, uno de sus tantos textos, en presentía su partida y estaba listo para emprender el viaje.

RECONOCIMIENTO
La vida ha tenido de todo para mí: pobreza, abandono, orfandad, dolor, rechazos, desprecios… y grandes satisfacciones. Viendo las cosas hacia atrás, no me puedo quejar. Pero percibo que mi existencia, hoy, camina muy rápido. Siento próximo mi fin pero no temo la muerte. Vivo en paz y muy agradecido con mi Dios porque me ha bendecido.

Mis ojos son cada vez más débiles y los sigue el deterioro del oído. Se diría que los viejos nos vamos despidiendo poco a poco de la vida y de quienes nos rodean, sea que nos amen, nos desprecien o les dé lo mismo. Todo esto es para ir profundizando en nuestro interior y escuchar con más claridad la voz del Espíritu. Sólo nos quedan ojos para ver lo que más importa: los niños, la flores como las del “palo de rosa” (coyoxochitl), las miradas puras, el dolor ajeno –sin poder remediarlo- y para ver lo que de verdad tiene valor trascendente. Cómo quisiéramos gritar a los muchachos para alertarlos acerca de los caminos que llevan al abismo. Prevenir a quienes ponen su total confianza en gozar al máximo, tener sin límites, poder para someter, saber para imponerse, poseer “palancas” y, a la mejor, belleza. Advertir a los humanos que esta vida es demasiado limitada y muy dolorosa; que no vale la pena que perdamos de vista nuestra vocación de eternidad.

Los viejos soportamos el cansancio y la enfermedad pero todavía con muchas fuerzas en el espíritu. En mi caso, creo que no he muerto porque conservo una gran esperanza que me fortalece y anima. El día en que deje de esperar será como cuando la primavera ya no haga florecer los “palos de rosa” o como cuando el cuitatototl (“primavera”), la calandria (chiltototl) huastecos dejen de cantar y cuando el huiitzitzilli (chuparrosa) olvide el arte en la fabricación de su nido (tepazolli). Mi muerte se deberá a que dejé de esperar o a que ya llegó por mí Aquel a quien vivo esperando.

Sin embargo, la esperanza no es un sueño de viejos, sino un modo de hacer realidad nuestros sueños. ¿Sabe qué? Se necesita mucho valor para esperar.
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,/ porque nunca me diste esperanza fallida/ ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;/ porque veo al final de mi camino/ que yo fui el arquitecto de mi propio destino/… Amé, fui amado, el sol acarició mi faz./ ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!” (Del poema “En paz” de Amado Nervo). J. B. Larios

Por Salomón Hernández León

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