2025-11-18 23:32:28

Don Gilo Flores: “El fotógrafo del pueblo”

Huejutla, Hgo. – Todos alguna vez nos hemos tomado alguna foto, casi todos tenemos fotografías en documentos oficiales, de reuniones sociales,  celebraciones, aniversarios y otras por hobbie

En la década de los setentas tener una cámara fotográfica en casa era un verdadero privilegio.

De esa época son la mayoría de las fotografías que en la familia se conservan, en blanco y negro, aunque muchas ya se aprecian en color sepia y café por el paso de los años. 

Mis recuerdos me llevan a 1978 y principios de los 80’s donde ya era más común poder retratarse a colores.

 Un tío mío, que es profesor de profesión, fué quién siempre que era temporada de vacaciones llegaba con su cámara fotográfica, en su estuche de cuero, de la marca no supe nunca, pudo ser Minolta, Canon o Kodak, pero bueno, el caso es que el poco o mucho acervo fotográfico que mi familia conserva, se debe a él.

Debo agregar que esa afición por la fotografía me la inculcó, de alguna manera, en esos tiempos también pude tener una cámara fotográfica con la cual pude tomar algunas imágenes que todavía conservo, era 1989, el año de la gran “helada “, cuando los bosques de la sierra se llenaron de nieve, emulando un cuento de navidad. 

La mía, regalo de mi padre era una Kodak VR35, que me acompañó siempre en ese año   antes de ingresar a la universidad. 

En la carrera me ayudó mucho, con ella presenté muchas evidencias y grabé recuerdos, pero siempre quise tener una Polaroid instantánea, que era lo novedoso de esa época y que nunca logré hacerme de ella.

Por tal razón, este artículo, cumple con aquel famoso slogan comercial que muchos habrán escuchado: “recordar es volver a vivir” y afortunadamente estamos aquí para compartirlo gracias a las facilidades que hoy me otorga Zunoticia, donde cada línea, cada frase y cada texto nos transporte por el tiempo a quienes vivimos estas experiencias, y a las generaciones de hoy para que las conozcan. 

Es por tanto una aportación hecha con mucho cariño por esta tierra que nos vio nacer. 

El Huejutla de aquellos años nunca dejó de ser pintoresco, con sus calles empedradas, sus casas de teja y muros de piedra con aplanados de cal asemejaban, según los conocedores a cualquier provincia de Sevilla, España, guardada las distancias y eran el escenario idóneo romántico, vernáculo y melancólico para plasmarlo en una pintura o placa fotográfica. 

Recuerdo haber visto el cambio tan drástico que esta ciudad dio al principio de los años ochenta.  Casi en todos los hogares huejutlenses se cuenta con alguna foto de las estructuras más emblemáticas de Huejutla, de la Catedral, la Torre del Reloj, el Palacio Municipal, el kiosco del Jardín Central o el desaparecido Puente de Tecoluco.

Ser fotógrafo de aquellas épocas, fue en realidad una verdadera profesión, no un oficio.

Implicaba todo un proceso, desde el trabajo de campo o en un estudio donde se tomaban las fotografías hasta la labor más delicada del revelado de los negativos en un cuarto oscuro, dónde no debía haber el mínimo error pues se corría el riesgo de perder todo el trabajo realizado.

Era un proceso considerado realmente como un arte.

Conocí a Don Fidel Reyes Santander,  que además de fotógrafo era joyero y relojero, a Don Juan Badillo ,  de los más famosos y que contaban con un estudio en el centro de la ciudad; de los fotógrafos populares y que se dedicaban más a los eventos sociales a los señores de apellido Valdivia,  Blanco y a uno muy especial por ser un hombre muy peculiar,  tranquilo, paciente, bonachón y que es digno de recordarse por su gran legado a nuestra comunidad,  me refiero al popular Hermenegildo Flores Morales, “Don Gilo “ como era llamado cariñosamente por todos los que tuvieron la fortuna de compartir y coincidir en algún momento de su vida.

Don Gilo nació, creció y vivió en el populoso Barrio Tecoluco, hoy colonia 5 de mayo de esta ciudad; su trabajo era su pasión, se le veía siempre caminando y haciéndose presente en cualquier tipo de acontecimiento, ya fuera social, religioso, político, oficial o cultural. 

Cuántas imágenes pudo capturar con su cámara fotográfica, tal vez miles, hoy en día con los avances tecnológicos es muy sencillo tomar una fotografía que tal vez nunca se imprima.

En lo personal yo pienso que una imagen digital sino está impresa no debe considerarse fotografía. 

El trabajo de Don Gilo y de sus colegas contemporáneos es digno de alabarse, algunos eran unos verdaderos retratistas.  Quedan muy pocos de ellos.

En los lugares que más veces se le vio trabajar, fue en las celebraciones religiosas, bautizos, primeras comuniones, quinceañeras, bodas, festivales escolares, clausuras y graduaciones; además de desfiles, carnavales, aniversarios, eventos deportivos, las ferias y mítines políticos. 

El tomaba sus riesgos, muchas veces la gente no le compraba todas las fotografías y no por apatía más bien por economía.

 Recuerdo que después de un evento, revelaba e imprimía las fotografías que exhibía ya fuera en el centro o kiosco de la ciudad, así como en los pórticos de la escuela o templo religioso dónde unos días antes ofreció sus servicios de fotógrafo.

Ahí era donde la mayoría adquiría las fotografías que Don Gilo tomó, y se convertían en un recuerdo invaluable de un acontecimiento importante para el comprador.

Sus ingresos económicos de ahí provenían en su mayoría. Parte de ese material se conserva todavía.

Sé de buena fuente que su familia resguarda un gran acervo de su enorme trabajo, y también de los equipos que utilizaba para su labor, sería muy importante, en éstos tiempos de Instagram y de los filtros, darle el lugar que Don Gilo se ganó, una Fototeca sería lo idóneo, de esa manera parte de la historia popular de nuestro querido Huejutla y nuestra huasteca hidalguense se harán presentes en los ojos de las generaciones recientes. 

Ahí se tendría acceso de manera pública y con la reserva de su autoría,  no sólo a los retratos y fotografías,  también a los vídeos que con su cámara pudo grabar de sucesos históricos como aquellas campañas electorales por la Presidencia de la República,  las visitas presidenciales, los  estragos del Huracán Diana y  la no tan agradable noche del kiosco, esa en la que una turba enardecida linchó a unas personas, sin saber a ciencia cierta si verdaderamente eran culpables o inocentes de lo que se les acusaba.

 Queda entonces ahí la petición para que a quien le corresponda, a nuestras autoridades municipales y estatales en el ámbito cultural, volteen a ver hacia el legado que Don Gilo dio a esta tierra donde se entregó completamente a su profesión, y digo bien, a su profesión de “Fotógrafo del Pueblo “.

Y cuando eso suceda Don Gilo, desde ese plano superior donde se encuentra volverá a pedirle a su gente, que vuelva a sonreírle a su cámara con el tan tradicional “pajarito, pajarito “.  ¡Y la historia continuará…!

Colaboración para Zunoticia de Kalli Arahv

Por Zunoticia/Redacción

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