Por Salvador Altamirano/Zunoticia
Huejutla, Hgo.- A propósito del 113 aniversario de la Revolución Mexicana, historiadores locales coincidieron al expresar que en el tiempo del Porfiriato en Huejutla, los rancheros acomodados y personas íntimamente ligadas a ellos, acapararon los puestos administrativos del gobierno, no obstante, cuando estalló el conflicto armado de 1910 fueron los primeros en secundarlo, con el propósito de alcanzar más privilegios y deshacerse de sus competidores y enemigos.
Especificaron que, por tal motivo, el breve mandato de Francisco I. Madero no trajo ningún cambio en la huasteca de Hidalgo, ya que los cabecillas regionales del movimiento no permitieron que los habitantes de las comunidades se involucraran, por lo que el alzamiento se limitó a disputas caciquiles para subordinarse entre ellos, o sea, que aprovecharon la revuelta para fortalecer más su poder y continuar cometiendo fechorías en contra de los indígenas.
Lo anterior, fue confirmado en su momento por Juana Pérez Rivera, quien refirió que la Revolución en la región de San Felipe Orizatlán se redujo a grupos de sanguinarios bandidos que se dedicaban a robar reses y dinero, no a mestizos pudientes, que eran quienes tenían el control de las gavillas, si no a comerciantes y ganaderos en mediano y pequeño.
Quien se identificó con el nombre de Pascual Diaz Martínez, subrayó que la tragedia más sangrienta en Huejutla durante el período revolucionario sucedió el 18 de marzo de 1913, cuando un contingente federal de 211 elementos en total, hicieron huir con el solo hecho de acercarse a la población a 450 revolucionarios huastecos encabezados por Daniel Cerecedo, Francisco Mariel y Vicente Salazar.
Agregó que, el ataque tuvo efecto en “DÍA DE PLAZA”, que en ese entonces se ubicaba a un costado de la iglesia, cuando los vecinos de las comunidades de la región acudían al pueblo a vender y comprar productos, quienes murieron sin siquiera saber de qué se trataba el asunto, pero en el parte fueron etiquetados como constitucionalistas por los federales para justificar la cobarde masacre.
Los soldados de Victoriano Huerta sabían que Huejutla era carrancista y cebaron su furia en seres indefensos, matando más de 300, entre ellos mujeres, niños y ancianos, llegando a tal grado su saña que se encontraron en los huertos vecinos, indígenas tiradas con sus canastas aún repletas de tamales, concluyó.