Por Salvador Altamirano/Zunoticia
Huejutla, Hgo.- “Antaño, Tahuizán, uno de los cuatro barrios tradicionales de Huejutla, cuando yo estaba pequeño era casi un área rural de la población, que al igual que Barrio Arriba; Tecoluco y Potrerillos, estaban en manos de la naturaleza, con casas en terrenos amplios que eran huertos frutales”.
Lo anterior, fue expresado por el historiador local, Jorge Luis Juárez Vega, quien especificó que en 1970 el barrio estaba semihabitado, y “chuscamente” se decía que estaba dividido de acuerdo al posicionamiento social, en Tahuizán abajo y Tahuizán arriba, en el de abajo vivía la gente más pudiente y en el de arriba quienes tenían menos recursos económicos. De ahí -explicó-, la lejanía de la ubicación geográfica que marcaba como diferencia social, que más que nada era un “chiste”, ya que todos nos llevábamos bien, no había discordias, más que alegatos y bromas.

Especificó que, en las primeras casas vivía don Crisóforo Sánchez Trujillo, quien con el tiempo se convirtió en narrador, muy a su estilo, de la vida de las personalidades de aquellos tiempos, así mismo escribía poesía y además como la mayoría de los vecinos era herrero, por lo que le apoyaban el “poeta de la fragua”.
Agregó que, también vivían personalidades como el profesor Pino Lara Casados, quien en algunas administraciones municipales fungió de regidor, que en aquel entonces era un factor de honor, más que de enriquecimiento como ahora; y don Ambrosía Lara Casados, que era una figura muy importante al que le decían el abogado, de amplio conocimiento; así como don Baldemar Toledo, un hombre muy talentoso e industrioso.
En el mismo contexto, refirió que, al estar el sector poblacional en la ribera de lo que fue un arroyo cristalino y caudaloso, se tejieron muchas leyendas como la de la “Llorona”; y unos entes a los que le decían “Tepas”, que eran unas mujeres que lavaban en el río vestidas de blanco y con la cabellera tapándose la cara, ya que se decía que si les miraban a los ojos la gente moría de espanto; y el “perro negro”, con el que nos asustaban nuestros padres cuando no nos querían dar permiso para que fuéramos a la función de cine o no había dinero para costear la entrada.
Para finalizar, Juárez Vega subrayó que, no obstante, Tahuizán era un barrio muy pintoresco e industrial, con un pasado mezclado con leyenda, fantasía y realidad, de los cuales sólo prevalece la fantasía, ya que las realidades de antaño las omitimos por los convencionalismos sociales que hoy imperan.