2025-03-21 03:42:51

“La historia oficial se puede cambiar, la real no”: Román Martínez Flores

Por Salvador Altamirano/Zunoticia

Huejutla, Hgo.- Subrayando que la “historia oficial se puede cambiar, la real no”, el historiador local, Román Martínez Flores, en el marco del programa “El jacal del indio Altamirano”, vertió su hipótesis en torno a la gesta heroica de Antonio Reyes Cabrera “El Tordo”, cuya conmemoración, en su 156 aniversario, tendrá efecto el próximo sábado.

Desmintió categóricamente, cimentado en versiones de familiares de los protagonistas, como don Manuel León Andrade y doña Elvira Salas, nieta de Carlota Reyes, que el 21 de mayo de 1866 haya habido una batalla en el espacio que hoy ostenta el nombre de esa trágica fecha, lo que si hubo -dijo-, fue un artero asesinato.

Explicó que en 1865 un contingente de franceses y conservadores mexicanos arribaron a la población de Huejutla, asegurándole a la entonces autoridad, Manuel Tranquilo Andrade, después diputado constituyente, que estarían unos días, pero transcurrieron varios meses y no se retiraban, por lo que fueron obligados a marcharse por miles de campesinos de la región organizados por los 23 huejutlenses cuyos nombres han perpetuado en la historia.

Agregó que durante su estancia el comandante francés apellidado Labastida, le preguntó a don Manuel Andrade quién de la población podría organizar una revuelta, le contestó que Antonio Reyes, un zapatero de Barrio Arriba, con quien tenía rencillas porque tenía relaciones con una sobrina llamada Teresa Andrade.

Enfatizó que, desde ese momento, Antonio Reyes, sin proponérselo, pasó a ser héroe, ya que, sin haber una batalla, como se ha escrito en la historia oficial, al ser expulsados los franceses por miles de campesinos fue asesinado arteramente por un individuo apodado “Cuacho de la Rosa”, al que después de caer muerto Reyes Cabrera vieron salir a caballo de la casa de los Andrade, en donde había una caballeriza con una ventana desde la cual le disparó.

Para finalizar, comentó que posterior a ese acontecimiento, ahora histórico, Teresa Andrade fue enviada por su tío a la capital del país, pero ya iba embarazada y tuvo un hijo que murió a los diez años, y veinte años después, su cadáver fue exhumado y traído por su madre a Huejutla, donde lo enterró en el panteón municipal aledaño a la tumba de su padre. Yo vi la tumba -aseguró-, cuya lápida pequeña ostentaba el nombre de “Antonio Reyes Andrade”,

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